domingo, 26 de octubre de 2014

Zerain y Minas de Aizpea

Zerain es un pequeño pueblo del interior de la provincia que ya en otra ocasión habíamos visitado debido al reto que mantengo con mi amigo el fotógrafo.
Caserío Jauregi.














La iglesia. También dispone de un hostal en lo que fue una cárcel de inicios del siglo XVIII


Eguzkilore (flor del sol) en la puerta. Antiguamente se creía que el eguzkilore poseía propiedades para ahuyentar con su luz a los espíritus, las tormentas y cualquier otro peligro.

La plaza preparada para una competición de aizkolaris (cortan los troncos con hacha). Gana el que menos tiempo tarda en cortar los troncos que tiene asignados.

Aquella vez, quise aprovechar para ver los hornos de hierro que hay en los alrededores pero no vi ninguna indicación y al final decidimos hacer otra cosa.
Pero hoy, aprovechando este verano tardío del que estamos disfrutando y antes de que vengan los fríos, hemos salido en busca de los hornos de Aizpea. Esta vez íbamos mejor informados.

Como se indica en los tableros de información que se presentan por el camino: “En el coto minero de Aizpea perduran los restos de la actividad minera mantenida a lo largo de varios siglos. Coexisten abundantes vestigios de diversas formas de explotación del mineral (canteras y bocaminas o galerías), vías de transporte (planos inclinados, carriles, ferrocarriles, cables aéreos…), los impresionantes hornos de calcinación y restos complementarios del laboreo minero (polvorines, talleres de reparación, cantinas, oficinas, cisternas…). Es por ello que este coto es muy representativo para entender la minería vasca.”


Los tres hornos de calcinación para extraer el mineral de hierro.

Restos de edificaciones.

Dejamos a nuestra derecha el que llaman ferrocarril alemán.

El bosque anda un poco tardío debido a estos calores que no se corresponden con el tiempo otoñal pero poco a poco se van vistiendo de los tradicionales colores de estas fechas.

Una hermosa vista del Txindoki y la Sierra de Aralar desde el camino.

Hemos visto bastantes setas pero, como no las conocemos, sólo las he fotografiado. De hecho, esta no sé cuál es, pero fijo que es una amanita.



Esta otra, sin embargo, se parece a un níscalo y quizá lo fuera, pero no me he atrevido a cogerla.

Esta otra con un bonito color naranja.



Hemos encontrado una galería sin tapiar. Mi marido la habría recorrido a gusto pero a mí me ha parecido que no íbamos bien pertrechados.

Una borda en el camino. Las bordas son pequeños edificios de una única habitación que se utilizan como refugio.

Una roca rota en el camino, atestigua con su color rojo su herencia de hierro.

La humedad reinante propicia la alegre camaradería entre distintos tipos de musgos y helechos.

Caseríos.

Seguimos el ferrocarril alemán y llegamos por detrás de los hornos.

Con la vuelta a los hornos damos por terminado el paseo.

La vuelta a casa en coche nos guarda todavía una sorpresa, la de esta foto sacada desde el coche. Lástima de tendido eléctrico en el horizonte.



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