lunes, 4 de diciembre de 2017

Utopía

En poco más de diez años, sobre todo debido a la crisis económica (*), hemos perdido muchas de las mejoras sociales y salariales que la clase trabajadora había conseguido después de mucha lucha y esfuerzo durante finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX. Muchas de las mejoras conseguidas, sobre todo en Europa, han desaparecido de un plumazo cuando muchas empresas han llevado sus fábricas a países en los que se fabrica barato: países que no tienen una legislación que protege a los trabajadores, en los que el trabajo se paga mal, los horarios no tienen límite y las condiciones son francamente mejorables, mientras ese producto se venderá en países económicamente mejor situados a precios más altos.
Esas empresas ganarán en competitividad respecto a las empresas de su entorno ya que consiguen precios de costo sensiblemente más bajos, de esa forma muchas de las empresas de los países desarrollados deben cerrar o copiar el mismo sistema con lo que disminuye el número de puestos de trabajo en el país de origen. Así es como poco a poco la oferta de trabajo ha disminuido en países como España y que los sueldos han caído en picado debido a la ley de la oferta y la demanda, abriendo una brecha entre aquellos trabajadores que mantienen sueldos de otros tiempos y los que se han incorporado recientemente a una empresa. Los nuevos trabajos son precarios, con sueldos bajos y con condiciones muy inferiores de las que gozamos los que tenemos sueldos de otra época. Así, nuestros hijos tienen pocas posibilidades de encontrar una salida laboral satisfactoria a muchos años de estudio y formación para una generación que está mejor preparada que nunca y que tiene menos posibilidades que nunca de conseguir un trabajo a la altura de sus capacidades.
Mientras, nos quejamos de esta situación creyendo que no podemos hacer nada, sin darnos cuenta de que nosotros también somos culpables de lo que ocurre porque a la hora de comprar solo miramos dónde es más barato, sin preocuparnos de si esa empresa trata bien a sus trabajadores, si cumple con horarios razonables y con los mínimos en seguridad. Nos olvidamos del poder que podemos ejercer como consumidores responsables censurando mediante nuestras acciones a aquellas empresas de las que conocemos sus malas prácticas y mostrando nuestra preferencia por aquellas cuya actuación esté de acuerdo con nuestros valores a pesar de que sus productos sean más caros.
Sé que suena a utopía pero si nos unimos y en vez de comprar de forma compulsiva, pensáramos dónde y por qué antes de hacerlo, haciendo valer nuestros valores e intereses verdaderos, estoy segura de que sería posible derivar el comportamiento de las empresas hacia prácticas más éticas, que piensen más en el medio ambiente potenciando la economía circular, hacia políticas responsables con los trabajadores, con horarios que concilien la jornada laboral y las necesidades familiares, con sueldos que permitan vivir de forma desahogada haciendo desaparecer esa nueva clase social de “trabajadores pobres”. Sería continuar la lucha de los trabajadores que llevó a la sociedad a varias décadas de bonanza social y económica, sería intentar buscar una economía sostenible que conlleve un beneficio para todos, lo que se denomina un “win-win”.
Llamadme ilusa, si queréis, pero creo que si fuéramos suficientes los que nos empeñamos en forzar un cambio en el comportamiento ético de los países y las empresas, podríamos conseguirlo.

(*) … o con la excusa de la crisis económica… La crisis económica creo que no ha sido el único factor que nos ha hecho llegar a esta situación pero sí ha conseguido que los trabajadores tengamos miedo de quedarnos sin trabajo ya que cada vez es más difícil encontrar uno y las condiciones son cada vez peores.

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